Una flor fue abriendo el escenario, completándolo paso a paso, encendiendo el sentido. Cada flor entregada, cargada de sentido, hizo la magia.
La música calendario, reloj, enmarcó junto al vestuario la memoria y me fui ubicando en mi escenario, ese propio de rigurosa memorabilidad que no admite falsetes.
Una construcción realista del instante en el que una generación pudo ser capaz de tomar distancia por sí misma, acaso como jamás la hubo en la historia de la humanidad, de aquéllos que dejaban al mundo desintegrado por entonces, comenzaba a representarse ya ante mi .
Esa marcha en dirección única - hacia delante - es diferenciadora. Bien expuesta como propia, integradora y abierta, la generación impone sus deseos y su desdén por el poder, los límites y la injusticia.
Los parlamentos reviven las voces del pensamiento de aquéllos que fueron índices, y que despertaron el deseo elemental de manifestar lo reprimido, lo instintivo como así también la estimada proeza de afrontar en el propio ser la voluntad más profunda del deseo de la humanidad.
Argumentalmente, el apoyo en esos referentes literarios, religiosos, filosóficos y políticos ordenan la convicción innegable, innegada de entonces. Queda bien en claro que ese idealismo motivador (por algunos llamada revolución intelectual) estaba en el arte, en lo artístico y en lo espiritual.
Las voces que a su tiempo indican orígen y autor de los textos leídos (a mi ver Sabateriano), construyen un para-texto con la obra (no sólo informa sino que produce interés en sí mismo reforzando lo leído y trayendo a escena aquélla mágica fuerza universal que la literatura difundió y contagió: los sueños).
El recurso visual de telón de fondo que contextualiza (Mayo francés) y también que es de efecto multiplicador (reproducción de la acción en escenario) agrega tensión y emotividad cuando en esas imágenes descubrimos la multitud, la unidad y su voz. Identidad afín a esas causas que solidarizan o hacen solidarios a los que manifiestan.
La alegría, la risa, los gritos de arenga en los actores accionan ese sentimiento de triunfo que siempre prodiga la inocencia. En sus caras, en sus adioses a lo natal, en su unidad se les ve claramente ese deseo de la construcción propia, no de la libertad genérica, sino del entusiasmo por lo nuevo posible (que llega de afuera) que era como romper lo imposible, lo más parecido a la transgresión o al des-control como acto diferenciador en donde la anarquía (en su verdadero significado etimológico) se pudo manifestar. Lo beat fue un estallido de significaciones personales que propuso el desborde de la identidad sin admirar consecuencias, o al menos, sin creerlas.
El amor, la seducción, las confesiones de enamorados en la obra, esa intimidad tan delicada que enturbia y ahoga el corazón adolescente, está manifestada como fuerza interior a vencer, porque en la adolescencia, sabemos, todo ocurre adentro, en el interior del alma del que adolece y sueña. Cada actor, en su confesión, habló de mi.
La represión, los disparos (efecto acústico formidable) está perfectamente mostrado en la coordinación de las caídas y en la desesperación de los que sobreviven arrodillados ante los caídos. El espectador termina odiando a esos invisibles, anónimos, ordenados para matar y que como la obra ha mostrado, no caben en el escenario, no cabrán nunca esos murciélagos que deambulan siempre en las penumbras.
La decisión de regresar de uno de ellos, de abandonar, desencadena la voluntad de otros que a la vista, guardaban ese mismo deseo y en mí produjo sorpresa e indecisión, porque el grito del jóven surge de la nada. No hay anáfora de ese instante. Nada lo hace suponer. Comienza en él, otro acto, otro capítulo. Entonces me pregunto en qué momento se construyó esa especie de apostasía tan traumática. Y me dije como para reubicarme: Los ideales –todos- deben mutar a lo fáctico. La plenitud de un ideal difícilmente alcance su mitad en el desarrollo de su concresión y por esos rumbos anda la utopía. El abandono del ideal y posterior retorno al origen surge de la resignación que da el sinsentido. La época estuvo signada por el existencialismo, que a la voz de “ésto es lo que hay” puso en jaque la idea del horizonte alcanzable, del propio horizonte.
Bien los efectos del movimiento en cámara lenta (otra vez a mi ver, Sabateriano) que produce tristeza o nostalgia, porque surge como de retocesos o de espacios perdidos. Esos movimientos me generaron cierta tristeza.
Los actores contagian y transfieren sus emociones, la alegría que exponen sus rostros, contagian.
La obra me encantó. Disfruté cada instante. Me sentí identificado en tiempo y lugar, en dichas y desdichas. Traje en la emoción que me generó la música (adecuada) a todos los que compartimos aquélla curiosidad de ser diferentes entonces, de plantar una vanguardia buscando lo universal. Es un relato dinámico, fidedigno que respeta, no juzga ni discute.
Mis felicitaciones a todos los que trabajaron para que fuese posible.
Gilberto
Una flor fue abriendo el escenario, completándolo paso a paso, encendiendo el sentido. Cada flor entregada, cargada de sentido, hizo la magia.